lunes, 4 de enero de 2010

Sandro y el adiós a nuestra adolescencia


Por Adriana Bruno.- A veces la adolescencia va terminando de a poco, día tras día, en el camino que nos vuelve responsables, realistas, escépticos. A veces, no termina nunca. Y otras veces, la adolescencia se nos va con fecha y hora, de un modo tan tajante que hasta podemos verla partir, con casi todos sus sueños.

A muchas de nosotras, hoy, a las 20.40, se nos terminó la adolescencia. Porque aquel para el que toda mujer era una hermosa "nena", ya no podrá decirlo más.

Soy de la generación del Así para el primer desengaño, de Penumbras como banda de sonido del primer beso en serio; de las que entramos al secundario creyendo que había que decidirse por Sandro o Leonardo Favio; de las que pensamos que no se podía "ser" de Sandro y del Che Guevara; de las que, poco después, escuchábamos a Sui Generis en público y al Gitano en privado. Soy de las que hicieron su primera salida al cine con amigas, solas, para ir a ver una de Sandro. Después crecimos, claro, y no nos creímos "fans" hasta ese momento infausto en el que sentimos que, con él, se nos va la parte quizá más bella de nuestra propia historia.

La televisión se está encargando, casi en cadena, de repasar su vida, sus éxitos, su gloria, su honestidad, su arte, sus amores, su carisma, su enfermedad, su lucha. Quizá por eso este atrevimiento de recordarlo en la primera persona del plural. Un plural que nos permite llorarlo en lo que Sandro quiso ser -y fue- para nosotras.

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