Por Adriana Schettini.- Quiero aprender la lección de Susan Boyle. Eso pensé mientras la veía en este video, despidiendo 2009 como estrella invitada del programa con mayor audiencia de la televisión japonesa. Más aún, si en 2010 mi único logro fuera asimilar la enseñanza de Boyle, el año que acabamos de estrenar quedará en mi recuerdo como ganancia pura. No, no se me ha dado por fantasear con la quimera de dedicarme al canto. Tampoco tengo berretines de salir disparada desde mi casa al podio de las celebridades planetarias. Mi deseo es emular la actitud de Susan Boyle frente a la vida.
El 11 de abril de 2009, Susan Boyle desembarcó en Britain´s Got Talent (el formato original de Talento argentino) con una carta de presentación que casi nadie le envidiaba en este mundo devoto del éxito, el consumo y la belleza física. El jurado del ciclo y el público reaccionaron como si la participante fuera un error de producción. La presencia de esa escocesa de 48 años con cierto aire infantil, desaliñada, regordeta y canosa les parecía un despropósito televisivo. Ella les contó que vivía sola, que tenía un gato, que hacía trabajo voluntario en la parroquia, que era virgen y que nunca había sido besada por un hombre. Si a eso se suma que padece un leve retraso mental, fruto de la falta de oxígeno que sufrió al nacer, se entiende que los prejuicios televisivos conjeturaran que esa doña bien podía ahorrarse el trámite de cantar, porque lo único cantado era que no pasaría de la primera ronda del certamen.
Lejos de amilanarse o enfurecerse, Boyle se concentró en la tarea que la había llevado hasta allí: cantar. Apenas entonó I dreamed a dream (Soñé un sueño, de la comedia musical Los Miserables), las suspicacias se desvanecieron. La privilegiada voz de Susan los cautivó. La ovacionaron. La historia de la Cenicienta siguió en Youtube: nueve días más tarde, el video de su actuación cosechaba un millón de visitas. Había nacido una estrella, y la web se encargó de contárselo al mundo entero en la brevedad de un click. Susan no salió ganadora en Got Talent; quedó segunda. Fue lo de menos, aunque la derrota y las presiones de la fama repentina le costaran unos días de internación en una clínica psiquiátrica para recuperarse del estrés. Susan salió fortalecida y dispuesta a concentrarse de nuevo en su objetivo: desarrollar una carrera como cantante.
El resto es asunto conocido: su primer disco encabezando los rankings de venta; la flor y nata del showbusiness rendida ante el sortilegio de su voz, el presidente estadounidense Barack Obama quedándose con las ganas de que la escosesa cantara en la cena de los corresponsales extranjeros (ella declinó el convite porque la situación, dijo, la pondría nerviosa); ofrecimientos para compartir escenario con las figuras más grandes de la música; ahora, la TV japonesa enamorada de ella; su talento valorado urbi et orbi.
Es cierto, Dios dotó a Susan de una voz privilegiada. Pero las circunstancias la condenaron durante 48 años a exhibir su tesoro únicamente ante la reducida audiencia de los devotos de su parroquia. Susan podría haber pensado que al borde de los 50, su suerte estaba echada. Que ya era tarde para cambiar de rumbo. Que su destino había sido escrito por el enemigo, y que debía resignarse. Todo eso podría haber pensado Susan Boyle. Y de haber razonado así, al 2010 lo habría recibido encerrada entre las cuatro paredes de su casa, rumiando frustración junto a su gato.
En cambio, la buena de Susan tomó su propia biografía por las astas. Decidió que para la concreción de los deseos, nunca es tarde. Y así, sin lamentar la belleza que le faltaba ni los kilos que le sobraban, ni el tiempo transcurrido, salió a buscar lo que quería depositando su confianza en lo que tenía: una voz excepcional.
La lección de Susan Boyle está servida: siempre estamos a tiempo de dar un volantazo en nuestras biografías. Claro, hay que decidirse, salir al ruedo, concentrarse en la fuerza del deseo y superar los obstáculos que indefectiblemente aparecerán en el camino. Como dirían Facundo Arana y Nicolás Scarpino, poder... se puede. Susan Boyle es la prueba.
domingo, 3 de enero de 2010
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1 comentario:
Pero usté dice que Susan se decidió a salir al ruedo, se concentró en la fuerza del deseo y superó los obstáculos o más bien apareció un gordo con habano diciendo "Susan, te vendí 30 shows en Japón; hay que salir el jueves"? Son conocidos los gordos con habano ávidos de buenos negocios y artistas dóciles...y cuando no les servís más, juisssstesss! Vamos a ver qué pasa con la Susan...time will tell
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